viernes, 17 de mayo de 2013

Soulless. Capítulo 1.

Soulless. 
"Los lunáticos" 
Beteado por Brenda Lira

Soy un estudiante de la King's College de Londres, estoy a un año de salir del instituto de Psiquiatría.
Tengo 22 años y cursé la High School en solo un año, debido a mi supuesto intelecto.
Mi novia, Michelle Orange, me miraba mientras cruzaba sus brazos frente su pecho.
-De todos los malditos hospitales psiquiátricos de Londres tenías que elegir el Hospital Real de Bethlem... No sé qué pensar de ti. Sabes cuál es la historia de ése hospital, Will.
Puse los ojos en blanco.
-Es conocida por su crueldad y trato inhumano, sí, lo sé... Pero el instituto trabaja con ellos, así que debo trabajar ahí primero.
Ella me miró de una forma tan potente que hasta me dio miedo. Si las miradas mataran...
Michelle es alta y extremadamente pálida, como cualquier mujer inglesa. Su cabello es rubio y corto, sus labios son exquisitos y sus ojos de un hermoso color azul irreal e intenso. Su nariz es, como algunos la llaman, romana, que supuestamente las personas que la poseen son ambiciosas, valientes y de pensamiento claro... Definitivamente describe a la perfección a Michelle.
-¿Me escuchaste? -dijo Michelle, irritada.
Alejé mi mente de mis pensamientos y sacudí la cabeza.
-No, perdón, ¿qué decías?
-Decía, que eres un idiota por trabajar con ésas personas tan inhumanas. Deberías, no lo sé, poner un consultorio en vez de tratar con crueldad a las pobres personas que están encerradas ahí.
Suspiré.
-No trabajaré con "personas", si no con una sola.
-Da igual, Will.
-Michelle -susurré, mientras la tomaba de las manos-. No le haré daño a nadie, te lo prometo.
Ella asintió.
-Confío en ti.
Tomé su cara entre mis manos y la besé.
-Me llamaron loco, y yo les llamé locos a ellos, y los maldije, y ellos me superaron en número.- murmuró Michelle, citando a Nathaniel Lee cuando fue encerrado en ése hospital.
Me reí bajito.
En la mañana siguiente, ya estaba parado frente a las puertas del misterioso Hospital Bethlem, calificado por Roy Porter como "un símbolo de la poca humanidad, por la insensibilidad y crueldad".
Según el instituto de psiquiatría de la King's College, el objetivo de estar aquí era conseguir promocionar la salud en cuerpo y mente mediante una enseñanza bien desarrollada y un buen rol educacional.
Nos habían asignado a un paciente (lunático) a cada estudiante, cada uno de ellos iba a juego con nuestras capacidades. Tendríamos 6 meses para trabajar con ellos, con cualquier método que quisiéramos y podríamos hacer con ellos lo que estimáramos conveniente, siempre y cuando hubiese una mejora en ése tiempo.
Me reuní con mis compañeros a espera del profesor y Doctor James Bexley.
Él, media hora después, llegando profesionalmente tarde, nos saludó a todos con un bajo "buenos días".
Nos dio a cada uno la carpeta del paciente que nos tocaría, revelando sus antecedentes, su historia, todo, prácticamente todo de su vida.
El Dr. Bexley nos dio media hora para revisar la carpeta antes de entrar a los cuartos, que en realidad eran celdas, para ver a nuestros pacientes.
Me senté en una silla de plástico blanca y comencé a leer el expediente.
Era Siobhan Armstrong, nacida el 29 de febrero de 1992. En sí, ella tenía 5 años ante la ley.
Nació y creció en un pueblito en California, allá en América, llamado Cambria.
No tenía ningún registro de su familia, ni padres, ni hermanos, nada. En su acta de nacimiento había un gran borrón en sus nombres.
Seguí revisando sus papeles, pero no había nada que me dijera el por qué ella estaba aquí.
¿Qué hacía una chica de 21 años (5 años ante la ley), en Inglaterra, muy lejos de California, encerrada en un hospital psiquiátrico?
Suspiré, esto sería más difícil de lo que imaginé.
Miré la foto que había.
Era una chica de ojos color ámbar, grandes y en la foto se veía que eran muy curiosos. Era blanca como la porcelana, y arriba de sus párpados se podían ver sus pequeñas venas de color azul y verde. Su cabello era castaño y ondulado, le llegaba a los hombros. Y tenía unos labios increíblemente irresistibles. Ésta chica sí que era guapa.
Ya pasada la media hora, nos condujeron por un pasillo hasta llegar a un ascensor. Entramos 5 personas en el primer ascensor y bajamos hasta el sótano, lo que me pareció escalofriante.
La joven que nos acompañaba, era una enfermera que siempre nos miraba con una mueca.
Cuando salimos del ascensor, se pudo sentir el ambiente pesado que reinaba en el sótano.
Era un solo pasillo, estrecho, con unas 10 puertas, todas cerradas. Habían bombillas por todo el pasillo, pero la luz que transmitían era muy débil y cada 3 segundos parpadeaban. El piso era sucio y de un color gris, como si fuera solo cemento, las paredes eran blancas e igualmente sucias.
Todos estábamos en silencio, y solo se escuchaban los "plop" que hacían nuestros zapatos al caminar.
El sótano era digno de una auténtica película de terror.
Nos detuvimos al fondo del pasillo, frente a cinco puertas.
-Gabriel Schwátt está en la primera puerta, Karla Aza en la segunda, Patrick Yeasayer en la tercera, Siobhan Armstrong en la cuarta y Kendall Barber en la quinta -dijo la enfermera mientras cada uno nos poníamos enfrente de las puertas correspondientes -. Muchachos, les advierto que todos los pacientes que se alojan aquí en el sótano, son unos completos lunáticos, son salvajes... Peligrosos.
Abrí los ojos como platos.
Como haciendo justicia a lo que decía la enfermera, detrás de la puerta en la que yo estaba, se escuchó un grito desgarrador que hizo que se me pusieran los pelos de punta. Me daban ganas de salir corriendo de ahí, miré a mis compañeros y supe que ellos también pensaban lo mismo.
La enfermera asintió diciéndonos con eso que debíamos entrar ya.
Tragué hondo y abrí la puerta.
Cuando entré a la habitación, inmediatamente cerré la puerta.
El cuarto, o más bien celda, era totalmente gris, desde las paredes hasta el piso. No había cama, ni había en dónde ir al baño. Estaba completamente solo, salvo a la muchacha menuda acostada en una esquina lejana, que me daba la espalda. Estaba acostada en posición fetal, sosteniendo sus piernas con sus huesudos brazos.
Yo me quedé casi pegado a la puerta, respirando con dificultad debido al miedo.
-Señorita Amstrong.-dije lo suficientemente alto y tratando de ocultar el temor.
Ella se movió rápidamente, se sentó en ésa misma esquina, con las piernas en su pecho.
No era la misma muchacha de la foto, en realidad sí, pero se veía diferente. No del diferente feo, si no que se veía bien, a pesar de estar encerrada en un manicomio.
Su cabello era largo, muy largo, le llegaba hasta la cintura y era hermosamente ondulado. Llevaba una fea y desgastada bata, que asombrosamente, estaba limpia.
Me miró curiosamente con sus grandes y hermosos ojos ámbar.
Su cara era ovalada, sin carne en sus mejillas, tenía sus facciones muy finas. Sus labios eran carnosos y tenía un lunar arriba de ellos, muy al estilo Hollywood, algo de lo que no me había dado cuenta en la foto.
De verdad ésta chica era muy, muy hermosa... Pero me daba un infinito miedo.
-Sé que te doy miedo -dijo de repente-. Lo sé por qué tus ojos lo gritan. Pero es de esperarse, mi aspecto es un asco... Además estoy en un maldito manicomio.
La chica rodó los ojos cuando terminó de hablar.
Me acerqué con paso decidido hacia ella y me senté a su lado.
-¿Eres Siobhan? -le pregunté.
Su modo de hablar y de actuar no hacían nada más que gritarme que ella era una persona totalmente cuerda.
-La misma que viste y calza...Aunque eso no es posible, ya que no llevo zapatos y traigo ésta estúpida bata, pero sí, mucho gusto.
-Me advirtieron mil veces que me encontraría con una persona loca y desquiciada, ¿pero con quién me encuentro? Con una persona totalmente cuerda... Veamos, ¿qué haces aquí, Armstrong?
Bufó.
-Dime Siobhan -asentí y ella prosiguió con toda la calma del mundo-. No estoy del todo segura, lo único que recuerdo es que iba corriendo atrás de alguien, cuando otra persona me tomó de los brazos y me tiró al piso, después ya no supe nada, hasta que desperté aquí.
Fruncí el ceño, esto cada vez se ponía más extraño. Nada de registros de su familia, no están los nombres de sus padres en su acta de nacimiento y ahora esto.
Como yo me quedé analizando todo lo que ella me había dicho, Siobhan se paró y comenzó a caminar por toda la celda/habitación.
Me quedé helado, ya que aquí sentado me sentía vulnerable, no sé de qué, pero me sentía así.
-Así que tú, muchacho guapo, ve al grano ¿qué me harás? ¿Qué nuevos medicamentos tendré que tomar? ¿A qué me someterás? ¿Electrochoques, tal vez?
La miré estupefacto.
-Soy Will Taylor, tu nuevo psiquiatra, y gracias por el cumplido -ella murmuró un leve “mmhm” y yo seguí hablando-. No te haré daño, me sorprende que pienses eso, no te daré medicamentos, salvo a los que te dan hasta ahora, tal vez pueda reducir las dosis hasta que ya no lo necesites más.
Siobhan me miró como si lo que acababa de decir fuera "Hey, el mundo está por acabarse, nos moriremos en menos de 5 minutos", ella no me creía, lo podía ver en su rostro.
-No confío en los psiquiatras, ellos son los locos -me miró-. Está bien, yo también lo estoy, pero es de esperarse, Will. Llevo aquí 2 años, 2 años sin ver la luz del día, encerrada en 4 paredes y comiendo hígado todos los días.
Me sorprendió que me llamara por mi nombre, pero por un momento se sintió bien, no me gustaba que me llamaran Doctor Taylor o Señor Taylor, era horrible.
Cada vez que Siobhan hablaba me confirmaba más y más que algo raro había en ella, porque no estaba loca, ya que según mis estudios, para que a un lunático lo encierren en una celda, debía estar ido, se suponía que no estaban conscientes de lo que hacías o decías y su forma de actuar era violenta, salvaje.
Todo lo contrario con ella. Siobhan en cambio, era calmada, parecía que le daba vuelta a las cosas y pensaba antes de actuar. Se veía ingenua e indefensa, era una persona totalmente normal, no contando su aspecto tétrico que daba miedo.
-Muy bien, Siobhan, me verás aquí todos los días todo el día, excepto en las noches, me han dicho que se pone feo acá abajo.- comenté guiñándole un ojo.
-No puedo creer que el fantástico Will Taylor me esté coqueteando. - dijo entre risas.
Me encogí de hombros, avergonzado.
-No estaba... -comencé a decir, pero la enfermera que nos había traído acá, abrió la puerta de repente.
Siobhan la miró con odio.
-Tú -me señaló la enfermera-. Fuera.
Suspiré.
Vi a Siobhan que me miraba con nostalgia, como si yo fuese la única persona con la cual ella había hablado en mucho tiempo. Sentí lástima por ella.
-Nos vemos mañana, Siobhan. - le dije despidiéndome.
Salí de la celda y miré a uno de mis compañeros que estaba temblando de miedo. Pobre, le habrá tocado un verdadero lunático.
Di gracias al cielo que mi paciente era la misteriosa Siobhan Armstrong.
Finalicé mi día mirando tv basura mientras comía un gran tazón de comida chatarra. Me quedé ahí dormido, pensando en que tenía que descubrir que se traía entre manos Siobhan o la persona que borró todo su expediente. Las piezas en el rompecabezas no concordaban, por lo que mi curiosidad me animaba a que me metiera más en el asunto y descubriera todo el misterio.
Sabía que lo haría.




Es una historia que no había escrito antes, no es nada parecido a lo que he escrito anteriormente, es muy diferente. Denle una oportunidad a Will Taylor a entrar a sus vidas ;)
Y como verán ¡ya tengo beta!
Sin mas que decir, me despido. Nos leemos todos los miércoles y viernes, no lo olviden :}
-LizzieG. 

3 comentarios:

  1. Eres malvada ¬¬
    Llevo desde que lo pusiste intentando no leerlo, pero hay estaba tentándome...
    Por cierto está bastante interesante ¿cuándo lo sigues?

    Besos!

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  2. Bueno, tengo ya varios capítulos escritos, pero pienso que haré los primeros 10 capítulos, para subir de dos en dos y no dejar en suspenso... Ya que tenga ésos capítulos, subiré todos los viernes. :)
    -Lizz

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  3. Es mas que interesante, ya me quede clavada, es genial. Espero pronto leer el siguiente capitulo!

    Un beso!

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