martes, 26 de noviembre de 2013

Saved. Capítulo 2.

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Saved. Capítulo 2: Una gran olla de odio auto-destructiva.


Desperté en una camilla de hospital. Los doctores me checaron un par de días y mi familia me miraba cautelosa, casi sin saber qué hacer conmigo, cómo hablarme, cómo tocarme. Ni siquiera me regañaron por lo que hice. No dijeron ni una palabra.
Un día los médicos dijeron finalmente después de los chequeos  que yo iba a estar bien.
Ellos mintieron.
Mi doctora, la señora Johnson, fue a mi habitación esa mañana y me sonrío. Me dijo que me iban a dar medicinas para el dolor, pero que yo estaría bien. Ella dijo que el tiempo iba a curarme.
Pero yo sabía mejor.
Les grité. Les grité a ella y mis enfermeros que estaban mintiéndome. Les grité muchas cosas horribles; Que eran unos incompetentes, que no habían podido curarme, que todo dolía y mi cabeza era un hoyo negro lleno de neblina que me impedía pensar correctamente. Mis ojos se mojaban cada noche y mi pecho se oprimía.
--¿Por qué no me curan?Les grité, mientras los enfermeros sostenían mis brazos para mantenerme en la camilla y la doctora Johnson me miraba con lástima.
Y la odié por eso.
¿Por qué sigue mirándome así? ¿Por qué no hace su trabajo y me cura?
Pensé haberlo dicho internamente, pero cuando terminé me di cuenta de que no era así.
--Porque no soy la doctora indicadaMe dijo.
Entonces tomó una jeringuilla y me lo inyectó en mi brazo.
El mundo se volvió negro.
   Fue así como conocí a la doctora Sullivan, a la mañana siguiente. Yo había despertado hace rato, pero sabía que si mis enfermeros se daban cuenta me obligarían a comer y a tomarme las pastillas. Además, si estaba despierta podían pasar a mis padres o al tío David. Y yo no quería. No quería saber nada de ellos. Ni de los doctores, ni de mi familia.
No quería ver nada más.
Sin embargo unos ruidosos tacones me hicieron abrir los ojos sin querer, al escucharlos por el silencioso pasillo, porque era aún temprano y las enfermeras cuidaban de que sus pasos no los despertaran.
No esta.
--Hola, IsabelMe dijo ella cuando llegó.
Aún con la cara en la almohada, miré hacia arriba, hacia su alta figura, y ella me sonrió.
Me dio sabor a malas noticias.
No le contesté.
--Mi nombre es Lily Sullivan. Soy tu nueva doctora.
--Ya tengo una.
--Lo sé. Pero soy otro tipo de doctoraSe sentó en el sillón al lado de mi cama y me sonrióSoy tu psicóloga.
--Usted no es una doctora.
--Claro que síLadeó su cabeza de tal modo que su corto pelo marrón tocaba sus hombros.
--No. Es psicóloga. Eso no cuenta como doctora.
Mi intento por ofenderla no resultó. De hecho mi intento por ofenderla en las semanas siguientes sólo me consiguieron un pase a un grupo. Eran como alcohólicos anónimos, pero peor. Había de todo, y yo tenía que escuchar los problemas de todos. Y era una mierda. Por ejemplo, un chico, Erik, (de cabello azul eléctrico) que era gay e intentó suicidarse porque su madre lo despreciaba. Una chica afroamericana Vanessa que le hacían bullying por ser inteligente. Otra chica de un cabello muy bonito, de color rubio-castaño claro-chocolate bajito-casi a rubio de rizos hermosos que le llegaban abajo del hombro. Muy bonita y todo, pero la chica estaba tan jodida como el resto. Esta chica Lena tenía miedo al compromiso. Pero, miedo enserio. Era, como lo peor para ella. Y se estaba volviendo completamente loca porque su novio estaba empezando a hablar de matrimonio y bebés en un futuro. Estaba tan jodida. Quiero decir, ella tenía, ¿Qué? ¿22? No es tan raro que empiecen a hablar del futuro, pero ella estaba completamente loca al respecto.
   Tenía que lidiar con chafadas como ella todo el tiempo.
Era la cosa más deprimente y desesperante.
--¿Y tú, Isabel?Me preguntó Sullivan, que, claro que sí, dirigía el grupo--¿Quieres compartir con nosotros?
--¿Cómo qué?
--Como porqué estás aquí.
No contesté esa vez. De hecho no contesté a nada la primera semana. Sólo escuchaba a este Erik hablar sobre cómo se sentía en relación al tipo que le gustaba y a sus padres. Quería gritarle que mandara al diablo a todo el mundo, que no es su obligación gustarles, que no tenía que sentirse avergonzado y que se callara por una buena vez.
   La furia se extendió sobre mí por un largo periodo de tiempo.
Creo que ellos finalmente se dieron cuenta de ello en una semana en particular. Un día esa chica Lena estaba hablando de nuevo y yo sólo no pude mantener mi boca cerrada.
--¿Sabes qué?Solté, llena de furia en mi interiorEres ridícula. Eres completa y absolutamente ridícula. Tienes, unos, ¿Qué? ¿Cuántos años tienes? Estás en la universidad estudiando, no es como si fueras una adolescente. Si tu novio Luke, o como se llame está pensando en sentar cabeza, deberías sentirte feliz, como cualquier persona de tu edad haría, porque sabe que él no está hablando necesariamente de ahora, señorita Mira-Cómo-Sufro. Deberías de estar feliz porque él te ama. Deberías estar feliz porque quiere un futuro contigo. Deberías sentirte feliz por tener esta vida planeada y segura, en vez de sentarte con el resto de nosotros, personas que, eh, sí tenemos problemas reales. ¿Ahora por qué no vas con tu novio y haces las paces con él?
   Lena me miró con la boca abierta, incrédula. De hecho todos me miraron sorprendidos, excepto Sullivan, quién me miró complacida.
¿Estaba complacida porque he gritado a una de sus pacientes?
--¿Y quién eres tú?Saltó la chica LenaTú has estado escuchando todo acerca de nosotros, pero nunca has dicho ni una palabra. Dices que tienes problemas, pero creo que sólo eres una adolescente sin más, simple y dramática. No eres nada. Y no deberías estar aquí.
  Creí que debería de sentirme ofendida, pero, en vez de eso, me sentí aliviada por pelear. Me sentí aliviada por dejar ir la furia de mi pecho, por desviarla a otro lugar. Y por un segundo me sentí bien, sentí el vacío del dolor y la furia en mi pecho y supe que eso había terminado. Supe que iba a estar bien.
 Pero entonces el espacio se llenó de nuevo y no pude evitar querer sacarlo.
Quería herir a alguien.
---Eso ha estado bienDice Sullivan.
--
¿Qué dice?GruñíHemos tenido una pelea. ¿No se supone que tiene que evitar estas cosas? ¿No se supone que por eso le pagan? ¿De dónde consiguió su certificado? ¿De una caja de cereales? ¡Usted es un fraude!
 Me miró por unos segundos.
--¿Se siente bien, verdad?Preguntó.
Supe que ella sabía. Supe que de alguna manera entendió mi necesidad de herirlos.
Loquera.
Asentí mientras miro mis pies.
--Muy bien. Ahora intenta decir lo que piensas de nuevo, pero esta vez sin insultar a las personas. ¿Qué tal si lo intentamos?
Miré a Lena después de un rato, que me miró desafiante con los brazos cruzados.
--Deberías sentirte feliz. Deberías sentirte contentaY entonces la verdad salió de mis labiosEsa debería ser mi vida.
  Debería. Yo debería tener todo eso. No bebés o matrimonio, no me refería a eso. Aún era muy joven. Me refería a una vida planeada. Me refería la seguridad de tener algo que sé que va a durar. Algo estable.
   Pero en el último mes de terapia Sullivan me había dicho que yo era una gran olla de odio que terminará por sobrecalentarse y auto-destruirse.
Sus propias palabras, enserio.
Y tal vez la odiaba tanto porque yo sabía que eso era verdad. Porque en el interior yo sabía que era una gran olla de odio. Y me odiaba por el hecho de que podía sobrecalentarme y auto-destruirme. Y odiaba a todo el mundo porque cada vez que me miraban me lo recordaban.
  Lena no supo qué decirme. De hecho nadie supo qué decirme en esa habitación, excepto Sullivan, cómo siempre. Porque siempre tenía las respuestas y eso me irritaba hasta la muerte.
--¿Dices que tu vida no puede ser así, Isabel?
--No.
--Sabes, Lena puso un punto muy importante aquí: ¿Por qué estás aquí?
--¡Tú ya sabes por qué estoy aquí!
--Nunca he escuchado tu versión de la historia. Y creo que necesitas hablar de ello.
No respondí.
--Muy bien. Entonces sólo cuéntanos algo sobre ti. Algo para conocerte mejor.
Todos me miraban, expectantes.
   Lo peor de todo es que yo quería contarles.
Siempre que necesitaba hablar sobre algo yo no acudía a una amiga o a un diario. Yo tenía mi computadora, dónde el teclado me esperaba, me llamaba, me tentaba a poner mis dedos sobre él. Yo era una escritora. Yo siempre fui una escritora, era lo que me movía, lo que me impulsaba, lo que me hacía ser quién soy.
  Pero desde aquella noche mi cabeza era un lío, y era como si yo hubiera olvidado cómo escribir.
Es otra de las cosas que más odiaba. Perdí las letras también. Perdí a Cam, y Vivian y yo no podíamos vernos a la cara, así que suponía que también la perdí. Perdí la familiaridad de estar con mis padres, y perdí todo con mi hermana (Los fines de semana viendo Buffy La Cazavampiros, las noches a escondidas en la cocina a comer chocolate porque mamá odiaba que consumiéramos mucha azúcar, ella oyendo detrás de la puerta cuando yo componía una canción…). Y eso me devastó. Me rompió al saber que no sabía cómo encajar en mi vida de nuevo. Me llenó de furia y odio ser esa parte del rompecabezas que no pertenece. Porque todos ellos eran míos. Pero yo los había perdido.
Y perdí a las letras también. Ellas ya no me llamaban, no me incitaban a contar historias, no me llenaban y no me poseían como solían hacerlo. No hacían nada por mí en absoluto.
  No supe cómo conservarlas. Y no supe como tomarlas de regreso.
Con ninguna cosa, de hecho.
Y quería contárselos. Quería contárselos porque no puedo escribir sobre ello y eso me volvía loca. Quería decirles cómo perdí todo. Quería contarles acerca de la noche en que escuché las costillas de mi mejor amiga romperse, cómo su cráneo rebotó hasta hacerse añicos, como los litros de sangre bañaban el vestido amarillo que habíamos comprado juntas. Quería contarles.
   Lo quería tan desesperadamente que mi corazón saltaba de mi pecho y mis ojos se inundaban de lágrimas.
--Soy escritoraDije en cambioMe gustan las letras.
Me hundí en mi asiento mientras sentía las palabras empujando en mi garganta para poder salir. Pero yo no podía dejarlas.
Yo no podía contarles.
   Esa tarde, cuando finalmente llegué a casa después de mi sesión privada con Sullivan (La cual no salió del todo bien) vi a mi hermana Cassidy sentada en el sillón, esperándome. Es lo que ella hacía; Me esperaba hasta que llegara y luego me seguía como un cachorrito.
   Yo la amaba, no me malinterpretes. Yo la amaba más que a nada en el mundo. Pero no podía mirarla a la  cara.
  No podía evitar odiarla porque yo no era ella. Porque su vida era fácil, porque no iba a sobrecalentarse y auto-destruirse.
 Subí las escaleras ignorándola y cerré la puerta de mi habitación, mientras oía los pasos de mis padres subir por las escaleras, ruidosos. Yo ya estaba tendida en la cama con el cobertor encima cuando abrieron la puerta y mamá susurró:
--¿Isabel?
No abrí los ojos.
No lo hice hasta que mi padre me haya acomodado el cobertor sobre mi cuerpo y me hubiera dado un beso en la cabeza.
Se supone que debería estar feliz por estar viva. Se supone que tenía que estar agradecida. Pero quería morir. Quería irme con Cam.


-Sthep Stronger.

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