miércoles, 19 de marzo de 2014

Red Thread. Chapter IX.

IX

Miré la camisa azul de Ian que yacía en una esquina alejada de mi habitación hecha bola.
No la había querido lavar porque ¡diablos! olía a él. Y a mi sangre. Y a tierra.
Gracias al cielo no me había roto el tobillo ni nada como éso, solo se me había torcido, nada grave.
Estaba acostada en la cama viendo una película sin sentido en la tv, cuando mi puerta se abrió.
Suzie entró con su habitual alegría que hacía que todo fuera estupendo.
-Hey.-la saludé mientras me hacía a un lado para darle espacio.
Ella se acostó a mi lado
-Hey, espero que no te moleste que haya venido.
Le resté importancia con la mano y sonreí, para después darle "play" a la película
Milagrosamente, estuvimos calladas las dos horas que duró la película, sin comentar nada, sin movernos ni nada.
Cuando los créditos aparecieron en la pantalla, Suzie se sentó en la cama cruzando las piernas.
-¿Qué te trae por aquí?- dije sonriendo.
Ella se ruborizó y bajó la mirada.
Con ése simple gesto yo me senté inmediatamente, ésto prometía ser bueno.
-Te considero mi mejor amiga, te lo dije cuando nos conocimos por primera vez, me trasmites confianza y tranquilidad, algo que nadie había hecho... Así que.. bueno...
Me mordí el labio, esperando que continuara.
Ella respiró hondo y me miró a los ojos.
-Salí con un chico ayer.
Chillé de emoción.
-¡Cuéntame todo!- dije, sacando mi lado cotilla.
Ella se rió.
-Bueno, él me invitó días antes y yo le dije que lo pensaría. Obviamente yo desde que lo conocí me sentí atraída por él, pero quería hacerme la difícil e interesante.-asentí con la cabeza.- Así que ayer me llamó diciéndome que si quería acompañarlo a la ciudad y yo le dije que sí, allá me llevó al cine, fuimos a comer y caminamos un rato agarrados de la mano en la playa...
-Aww, que cosa tan más romántica
-Cuando me dejó en mi casa, se acercó a mí y me besó de la forma más dulce. Nunca nadie me había besado así. Pero hay un problema...- dijo mirando sus manos, sonriendo tristemente.
-¿Qué problema?- murmuré, mirándola comprensiva.
-Tiene novia.- dijo mordiéndose el labio.-Y siento que estoy enamorada de él.
-¿Cómo se llama ése estúpido? Porque nomas lo encuentre me va a conocer a mí y a mi puño de oro, lo haré saber que no debe jugar con mi mejor amiga.
Suzie derramó una lágrima.
-Es Luca.
Oh, mierda.
Abracé inmediatamente a Suzie, y por un momento odié a mi hermano.
No era justo que jugara con Suzie así teniendo a Camila en Las Vegas, no es que Camila me cayera súper bien, pero de todos modos era una total falta de respeto para ella.
A decir verdad, yo sabía que ellos tarde o temprano terminarían, pues las relaciones a distancia no funcionaban, pero no era justo la situación.
-Lo siento tanto, Suzie.- dije cuando Suzie rompió el abrazo.
Ella negó con la cabeza.
-No tiene importancia, yo fui la tonta, ¿sabes? no es la primera vez que me pasa algo así. Siempre termino enamorándome de los imposibles. Luca no tiene la culpa, el no sabe que yo estoy enamorada de él y el beso fue tal vez un impulso para él... Yo misma hago que me lastimen.
-No digas éso Suzie. No eres una tonta, mi hermano si lo es. No es justo que esté jugando contigo así. El beso no fue un impulso, éso es una excusa patética y...-mi teléfono sonó.
Le lanzé una mirada de disculpas a Suzie y fui a contestar.
-¿Diga?
Un sollozo se escuchó en la otra línea.
-Sienna, se que no te caigo muy bien, pero no se a quién recurrir.- dijo una voz femenina.
Hablando de rey de Roma..
Fui a mi armario, discretamente, para que Suzie no escuchara ésta conversación.
-¿Qué pasa Camila?- dije frunciendo el ceño.
-Luca ter...ter.. terminó conmigo.- sollozó.
Luca se estaba ganando una buena patada en el trasero.
-¿Cuándo?
-Hoy en la mañana, me habló por teléfono y me dijo que ya no quería nada conmigo, que ésto no iba a funcionar y que ya había conocido a otra persona.
Hijo de perra.
-Tranquila, mira, no sé de que manera ayudarte, pues mi hermano tomó una decisión. Sin embargo, tu puedes hacer tu vida, no es el fin del mundo.
-Quiero que me ayudes a recuperarlo.
Puse los ojos en blanco y bufé.
-Oh no, a mí no me metas en ésto.
-Es porque no te caigo bien, ¿cierto?
Suspiré y negué con la cabeza estúpidamente.
-No, no te voy ayudar a recuperarlo, porque ese no es asunto mío. Yo no puedo obligar a mi hermano a hacer algo que él no quiere. Son sus decisiones y yo no me voy a meter en sus cosas.
-Eres una zorra.- sollozó Camila.
-Y tu una perra.- y así finalicé la llamada.
Ya recordaba porque me caía mal...
Salí del armario y me encontré con Luca y Suzie hablando seriamente.
Decidí que era bueno que me bañara y me cambiara, pues llevaba todo el día con la piyama.
Después de un largo rato en la ducha, me puse mi ropa, que era una blusa negra sin mangas, y unos pantalones cortos de mezclilla. Como el clima estaba fresco, me puse un jersey de lana con botones al frente, que tenía estampados indie de los colores rojo, naranja, ivory y azul marino. No era la gran cosa, pero no pensaba salir de casa, quizá iría mas tarde por café y donas para pasar el resto de la tarde.
Me miré en el espejo y suspiré derrotada, mi cabello no tenía arreglo.
Lo desenredé como pude e hice un moño en lo alto de mi cabeza.
Cuando ya no había nada mas que hacer, decidí salir del baño e ir a enfrentar al enemigo, porque ¡que diablos! es mi cuarto.
Pero en el instante en el que crucé la puerta, deseé no haberlo hecho.
Rodé los ojos y aclaré mi garganta para hacerme notar.
Luca y Suzie dejaron de besarse y me miraron avergonzados.
Me encogí de hombros. No me metería en esto.
-Ustedes sabrán.- dije mientras sacaba 50 dólares de mi cartera.- iré a caminar un rato. Nos vemos.
No quería ser la tercera rueda, así que lo mejor era escapar. Ya era hora de comprar donas y café.
Guardé el dinero en mi bolsillo trasero mientras bajaba por las escaleras.
Mamá estaba en la sala mirando su cuadro, con una taza de algo humeante. Mientras que papá estaba buscando algo en la estantería.
Al escucharme bajar, papá me sonrió.
-¿A dónde va la principessa?
-Iré a comprar café y donas, quizá entre a una que otra tienda a mirar.
Él asintió y siguió buscando.
-Mmm, ¿papá?
-¿Sí?
-¿Qué le pasa a mamá?
El se encogió de hombros e hizo un ademán con las manos, diciendo que estaba loca.
Yo me reí y salí de la casa no antes de despedirme.
Una fuerte rafága de viento me caló hasta los huesos y maldije a mi mamá por haber querido mudarse a éste pueblo costero. Aquí hasta en verano hacía un frío de los mil demonios, ¿cómo sería en invierno? No quería ni saber.
Debía admitir que me gustaba vivir aquí, la tranquilidad que daba al caminar por las calles, sin el temor de que alguien te fuera a amenazar con un cuchillo y que te quitaría todo tu dinero. La vida aquí era relajada. Aquí, al igual que en Las Vegas, era turístico. Pero todo mas tranquilo.
Al llegar a una de las calles principales, me topé con dos cafeterías: una mundialmente conocida y la otra local. Sin dudarlo, entré a cafetería local. Starbucks se había vuelto para mí, una cafetería popular solo por su logo y por la etiqueta que te daban al estar ahí, no por el sabor del café y debo decir que para mí, el sabor del café lo era todo.Yo y el café éramos uno.
El sabroso olor a café me golpeó en cuanto entré en aquella pequeña cafetería.
Una señora de unos 60 años que estaba detrás del mostrador, me sonrió amablemente.
-Buenas tardes cariño, ¿qué te gustaría que te sirviera hoy?
Miré los tipos de café que servían, que estaban escritos en gis en una pizarra gigante que abarcaba casi toda la pared.
Sonreí al ver que tenían ahí mi favorito.
-Un café mocha blanco, con mucha leche vaporizada arriba.
-Perfecto, ¿quieres algún panecillo?, acaban de salir del horno.-miró a los lados y sonrió.- Y aquí entre nos, estos son los mejores.- dijo señalando unas magdalenas con arándanos y ralladura de naranja encima.
Ésa señora me caía muy bien.
-Pues, me da uno de ésos.
-Muy bien, siéntate en dónde quieras. En un momentito te llevo tu orden.
Asentí y me senté en un sillón de color chocolate que daba a la ventana, ahi, había varios libros apilados y algunas revistas esparcidas en una pequeña mesa de color crema.
Tomé el primero y lo hojeé despreocupadamente.
La amable mujer me trajo mi pedido y yo le agradecí enormemente.
Disfruté de mi café, que por cierto era una maravilla, tranquilamente, mirando a las personas pasar por la calle. La magdalena era la cosa mas deliciosa que jamás había probado, ¿por qué las personas no venían aquí?  Los precios eran justos y la calidad era suprema.
Al terminar le pagué los 6.45 dólares de mi pedido a la mujer y salí no antes de prometer que vendría en otra ocasión.
Caminando por la calle mas transitada por los turistas, me encontré con un anuncio en un salón de belleza que me llamó la atención:
"¡Píntate el cabello naturalmente con Henna!, rápido, seguro y barato."
Fruncí el ceño y decidí entrar en aquél salón de belleza, no con la idea de teñir mi cabello, sino que me había dado curiosidad y quería saber que tan natural era todo el asunto.
Al entrar, inmediatamente reconocí a alguien que jamás me hubiera imaginado encontrar en un lugar como éste. Un chico pelirrojo y ojos cafés que inmediatamente me miraron con curiosidad y un poco de timidez.
-¿Alan?
-Hey, Sienna. ¿Cómo te va?- dijo educadamente.
-Muy bien, gracias. Umm, ¿qué haces aquí?- pregunté sin saber bien que decir.
El se rió entre dientes.
-Yo trabajo aquí, ¿tú que haces aquí?
Me quedé en estado de shock.
-B-bueno, miré el anuncio de aquí afuera y no sé, me dio curiosidad.
Y como si hubiera apretado un botón, el me explicó todo lo que tenía que saber de la Henna, sus propiedades, los pros y los contras de teñirse el cabello; y sobre todo, el precio. Gracias a su parloteo y mi necesidad de callarle un rato la boca, me senté en una de ésas sillas enfrente del espejo y le recé a Dios porque me viera bien de pelirroja.
-¿Por qué trabajas aquí?-le pregunté en la primera oportunidad que ví.
El dudó un poco, suspiró y después me miró a los ojos a través del espejo, mientras cubría mi cabello con una especie de bolsa.
-Esto es lo que me gusta hacer...
Sonreí.
-Oh, eso es genial. Ya tengo un amigo a quién pedirle que me arregle el cabello de vez en cuando.- medio bromeé.
-Bueno, todas las mujeres sueñan con tener un amigo gay...- dijo simplemente.
Me quedé estupefacta.
-¿Eres gay?- dije mientras volteaba la silla para verlo de frente.
El asintió como que no quiere la cosa.
-¿Por qué yo no lo sabía?-pregunté un poco enfadada, se suponía que era mi amigo.
-Según yo ya lo sabías. Además es obvio, siempre estoy bien peinado, combinado de pies a la cabeza perfectamente siguiendo los colores de temporada, mis ademanes, mi forma de caminar, ser y hablar.
Me reí.
-No lo supe ver, pero es bueno saberlo. Sería una pena que me hubiera enamorado de tí y que luego me enterara que no te gustan las mujeres, rayos, ¿por qué los guapos siempre son gays?
Ahora el rió despreocupadamente.
-Por que somos fabulosos, obvio.- dijo siguiendo mi juego.
Me puse seria, de repente
-Alan, si yo no hubiera venido, ¿me hubieras dicho alguna vez?
-Por supuesto, eres mi amiga, no te dejaría afuera de todo esto.
Le regalé una de mis mejores sonrisas de agradecimiento.
Una hora después, Alan lavó mi cabello, lo secó y lo peinó.
-Te ves magnífica, el rojo te sienta muy bien.
Sonreí mientras me miraba en el espejo.
Ahora mi cabello era rojo y se miraba muy natural, Alan lo había dejado suelto y gracias al secado, las puntas comenzaron a ondularse naturalmente.
Me veía bien, debía de admitir.
-Gracias, en realidad no tenía planeado teñírmelo, pero tu me has convencido con todo éso de "no daña tu cabello" y "el color se cae con cada lavada".- dije imitando lo mejor que pude su voz.
-No hay de qué. En un mes más, te tiñes de rubio.- dijo mientras me guiñaba un ojo.
Oh, dios. ¿Por qué tenía que ser gay? Con tanta carisma y coqueteo era imposible no fijarse en él.
Después de una pequeña lucha, Alan terminó regalándome el cambio de look (que no tenía planeado) y salí de ahí, ya que se había hecho de noche.
Al caminar por las calles del pueblo, me puse a pensar en la preferencia sexual de Alan, no en contra ni en favor, solo intentaba que mi cerebro pudiera procesar ésa información lo mas pronto posible, ya que todavía me encontraba en un estado de shock.
Pero me sentía feliz por él, él se sentía bien con ello, así que yo también. Además, ¡tenía un amigo gay! Menuda sorpresa.
Metí mis manos a los bolsillos de mi jersey tratando de calentarlas un poco, la temperatura había bajado considerablemente.
Al llegar a casa, decidí no entrar por la puerta principal, me dirigí hacia el patio y entré por la puerta de la cocina y como miré que no había nadie en la cocina me escabullí a mi habitación. No quería que nadie viera mi, ahora rojizo, cabello.
Cuando iba caminando por el pasillo, sentí un leve aleteo en mi estómago y éso significaba que algo iba mal. Ya que estuve enfrente de la puerta de mi recámara mi corazón no dejaba de latir desbocado, inmediatamente me llevé la mano a mi pecho, como si éso pudiera evitar que mi corazón se me saliera.
Malditas sean las corazonadas. Ésto comenzaba a darme miedo.
Respiré hondo y abrí la puerta tratando de ser valiente.
Oh dios.

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