jueves, 22 de mayo de 2014

After Jude. Capítulo 3.

Untitled
After Jude. Capítulo 3.


Esta mañana cuando me levanto, odio a todo el mundo.
A Terra, por no rejuntar sus zapatos; A Morgan, por dejarnos esa estúpida tarea; A mi tío, por darme la espalda después de todo ese tiempo; A mis padres, quienes fuesen, por obvias razones; Al padre de Jude, por ser un idiota ignorante. A su abuelo, por ser tan ignorante como su hijo hasta el día que murió. A Jude, por largarse y dejarme en este mundo con todos estos idiotas.
  Sí, a Jude más que nada.
A Jude, como todo el tiempo.
Es muy extraño: Querer y odiar a alguien al mismo tiempo. Quieres estrangularlos y abrazarlos a la vez. Probablemente si pudiera ver a Jude de nuevo primero lo abrazaría y luego me aseguraría de que sus pulmones dejaran de recibir aire. Después de mi momento de satisfacción, lo reviviría, porque aún lo quiero.
 Eso es un asco. Desearía sólo quererlo u odiarlo.Pero supongo que en la vida las cosas no funcionan de esa manera.
Entro a la clase de Morgan, una vez más, y lo veo con esa sonrisa relajada.
Lo quiero matar.
Y al parecer, se da cuenta.
--¿Está todo bien, Mackenzie?
Asiento rápido y me voy a mi asiento, en la última fila cerca de las ventanas, en el mesa banco de en el medio. Recuesto mi cabeza en el escritorio y me doy cuenta de que no estoy molesta con todas estas personas (Excepto con Jude. Siempre estoy molesta con Jude. Con todo mi amor, por supuesto) sino conmigo. Porque soy yo quién está trayendo de vuelta estas memorias.
 Pude haber dicho no. Pude haber saltado la tarea del señor Morgan.
Pero ahora que he comenzado, no creo poder detenerme. Nunca le he dicho la historia a nadie, ni a una sola alma.
Saco mi cuaderno y una pluma negra de mi mochila.
Nunca me había dado cuenta de cuan desesperadamente quería contar lo que pasó el último año de escuela en ese pequeño pueblo que llamé hogar.





Diría que las cosas comenzaron con el día en que mostré curiosidad por Jude en la iglesia en la misa de su abuelo. Pero supongo que no es verdad. El verdadero inicio del inicio fue tiempo después.
Es difícil explicar cómo Jude y yo pasamos de apenas poder vernos a la cara a depender el uno del otro. Ha pasado tanto tiempo y han pasado tantas cosas. Todo es una mancha borrosa, pero aún si recordara, aún no pudiera decirlo. Porque nosotros simplemente ocurrimos de la nada.
Nos recuerdo a ambos estar en ese punto un día, después de días y días eternos de jugar “¿Preferirías…?”.
Yo era su única amiga. Él era mi única roca.
--¿El padre de la iglesia es tu papá?Me preguntó.
--No. Es mi tío, pero es mi tutor legal.
--¿Dónde están tus padres?
  Eso era lo que nos pegaba juntos: Hacíamos las preguntas que nadie nunca se atrevían a preguntar.
--Lejos, supongo. No lo sé. Mi madre nos abandonó a mí y a papá cuando nací, y él… Bueno, cuidar de una niña era demasiada responsabilidad. Me dejó en la casa de mi tío cuando tenía tres años y ya nunca regresó. ¿Los tuyos?
--Ellos dos están ahí.
--Entonces supongo que tienes una vida relativamente normal.
Me sonrío, pero era tan falso.
--Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿Verdad?
--Sí.
El hecho de que lo supiera no significa que lo hiciera.


Hubo muchas cosas que Jude mantuvo de mí incluso cuando yo prácticamente le vomité mi corazón. Okey, eso suena asqueroso, pero vomitar sería un buen término para explicar cómo vertí mi corazón sobre él.
  Pasó un tiempo hasta que me lo contó, y cuando lo hizo estaba herida. Cuando se fue estaba destrozada y enojada.
 Ahora simplemente estoy buscando un cierre.
Supongo que por eso escribo.
Miro hacia la ventana, donde puedo ver el viento soplando y a personas caminando por el campus, con sus gorros puestos, porque hace demasiado frío ahora que se está acercando el Día de Acción de Gracias.
  Para mí, el Día de Acción de Gracias es de alguna manera lo peor y lo mejor. No hace sentido, pero supongo que si intentásemos encontrar el sentido a todas las cosas que pasan, como por qué Finnick tenía que morir al final de Sinsajo (O mejor: Prim), no veríamos el final.



ﮪ                                            





Todos los años, en día de Acción de Gracias, pasa lo mismo. Es una rutina que nos mantiene a las dos cuerdas. Más o menos.
  Terra me ayuda a sacar la maleta, a pesar de que le he dicho que estoy bien. Insiste, porque es una buena compañera de habitación, y media hora después, estoy en el autobús camino a casa. No es tan lejos de Texas. Es en Oklahoma, en un pequeño pueblo llamado Grandfield. No es tan lejos como quise aquél año en el que todo se derrumbó, pero supongo que no importa si estuviera en la India, nunca sería lo suficientemente lejos. Sin embargo una vez cada año, me reprocho a mí misma cuando tardo siglos e llegar a casa por la distancia.
  Casa.
Casi me río.
No significa nada.
  “Señor Morgan, sé que se pregunta por qué vuelvo a casa cuando no tengo a nadie esperando por mí, cuando es tan doloroso. Pero ese es el error: Todavía tengo algo. Cuando todos se fueron, sólo quedamos la señora Perkins y yo. Nos tenemos una a la otra, y cada día de gracias, nos reunimos. Y considero a Elizabeth Perkins tanto como una amiga como mi familia.
  Nos reunimos para recordar que aún tenemos algo”.
    Últimamente he estado haciendo esto mismo: Hablando en mi cabeza a Morgan, como si en verdad estuviese escuchando.
  He pensado también que estoy loca.
Las horas pasan mientras cambio las canciones distraídamente en el reproductor, y cuando la noche cae, el autobús llega a su destino, y en una de las sillas, ella me está esperando. Tiene pantalones de algodón a juego con la blusa y el pelo oscuro perfectamente cuidado, pero sé que las cosas aún no van bien.
  Tanto ella como yo nos quedamos atascadas cuando él se fue.
Siento rabia, porque no me dejó sólo a mí, sino también a ella. ¿Por qué no pudo pensar en su madre? ¿Por qué un día decidió simplemente abandonarla a ella, a la única persona que ha estado ahí por siempre?
  En momentos como estos es cuando odio a Jude más que nada.
--Mi niñaDice la señora Perkins, parándose y abrazándomeEstoy tan feliz que estés aquí.
Le sonrío y juntas caminamos hacia su auto, el mismo auto viejo y azul de siempre. Eso me hace sentir cómoda. Me hace sentir como en casa.
  Supongo que ella y su hijo fueron eso para mí, aunque fue sólo por un segundo.
--¿Cómo ha estado?Le pregunto.
Asiente.
--Ocupada. La pastelería da más trabajo de lo que se puede pensar. Y sí, tengo tus panecillos de arándanos en casa, antes de que me lo preguntes.
 Sonrío.
Elizabeth Perkis ha sido lo más cercana a una madre que he tenido, a pesar de que la conocí tarde. Pero fue ella quién me ayudó con las cosas de la universidad, y fue ella quién me dejó quedarme en su casa cuando mi tío no quiso saber nada de mi trasero pecador y eso.
--Me alegro. Estoy muriendo de hambre.
--¡Oh, no! ¡Ni creas que vas a comerte esos panecillos sin haber probado bocado antes! ¡Estos niños de ahora que nunca comen comida real!
Río. Como este pueblo es tan diminuto, llegamos a casa un minuto después.
Cuando bajo, dejo las cosas en su sala, donde voy a dormir esta noche, porque aunque ella me lo haya ofrecido antes, no puedo dormir en la misma habitación de Jude. Principalmente porque me pone toda lacrimógena, y segundo porque, repito: Estoy tan malditamente enojada con el chico. Puedo hacer un poema acerca de cuan enojada estoy con él. Puedo cantarlo, puedo escribirlo.
  “Porque aquí está la cosa, señor Morgan: Hay una diferencia entre tener que irse y abandonar. Si es la primera, entonces estás automáticamente perdonado. Si es la segunda, eres un hijo de perra”.
  Hago una pausa mental.
“Y, de nuevo, no me puede obligar a cambiar mi lenguaje”.
     Sacudo mis pensamientos y ayudo a Elizabeth a poner la mesa mientras me hace preguntas sobre mi carrera, casi un interrogatorio. Pero no me molesta, porque si algo he aprendido, es que ser un niño sin nadie es un asco. Sin padres, sin tío, sin Jude, en fin.  Me gusta que Elizabeth me acose con preguntas, por extraño que suene. Me gusta que alguien se preocupe por mí.
  Cuando terminamos, antes de ir a la cama, ella besa mi frente, y dice una oración. A pesar de todo.
Pero supongo que cuando tienes que apuntar, no todas las personas tienen el mismo culpable.
  Mis ojos pesan, pero las palabras pesan más. Ellas revolotean sobre mi cabeza y me gritan que les ponga atención. Me piden que escriba. Así que es la una de la mañana cuando saco mi computadora y me siento en la mesa de la señora Perkins a escribir.

Lo extraño con todo mi corazón metafórico.

Esto es todo lo que puedo escribir antes de echarme a llorar.
Una vez más.


--Sthep Stronger.

2 comentarios:

  1. A mi prim me dio mas bien igual pero Finnick, o dios , llore por horas.
    Estaba debatiendome si leer after jude o no porque como estoy leyendo taken y eso pero al final he tenido que empezar a leerlo jajaja
    La tentacion ha sido demasiada para mi

    PD: yo tambien hablo con la gente en mi cabeza, Mackenzie y yo somos taaaan normales....

    ResponderEliminar